sábado, 12 de marzo de 2011

INTRODUCCION

LA ECONOMIA Y LA SOCIEDAD

La sociedad no se reduce a la economía, pero no hay sociedad sin economía. El instinto de conservación y de realización lleva al hombre a buscar sustento y abrigo, y algo tan importante y tan indefinido como la “felicidad”, sueño poco material, pero que es vivido como esperanza envuelta en materialidades. Ese interés propio desarrolla la inteligencia y el “egoísmo” como motor del individuo; es una determinante de la condición humana y un aguijón infinito que a lo largo de la historia desarrolla de manera prodigiosa la racionalidad instrumental, conoce y descifra la naturaleza e inventa instrumentos y medios para conseguir sus objetivos vitales.
Tan originarias e irreducibles como el interés propio son la compasión y la solidaridad, que hacen sentir como propio el mal y el sufrimiento ajeno (compadecer) y compartir las alegrías del otro. No hay individuos que sean plenos en su aislamiento que, desde su yo satisfecho, luego deciden relacionarse con otros individuos también solitariamente completos. Por el contrario, todo humano nace como fruto de una relación social, se desarrolla humanamente gracias a los cuidados amorosos de los padres y cercanos, entra en relación con otros muchos seres humanos, siempre buscando el “interés propio” y también el interés de “nos-otros”. En el encuentro entre el yo y el nosotros crece una realidad humana singular y humanizadora: la ética. Fuera de la sociedad no hay humanos.
Le economía es ardua. Conseguir comida, vivienda, vestido, es trabajoso y en su búsqueda milenaria, los hombres desarrollan la inteligencia e instrumentos más eficaces y exitosos. Se especializan en los trabajos y establecen una relación humana a cuenta de los productos de su trabajo, para compartir, intercambiar, vender y comprar o para producir juntos con más eficiencia y eficacia. Nada de esto es fruto del capitalismo de los últimos siglos de la humanidad, sino condición humana de los primeros días y del futuro. El interés propio y el “egoísmo” no son el mal, ni lo antihumano, sino la condición de posibilidad para lo humano, pero requieren una relación dialéctica con la solidaridad y la ética como libertad y responsabilidad creadora que cuida del otro. No hay convivencia posible sin solidaridad y en ese intercambio nacen la autoridad política, las leyes justas, hasta el estado nacional y la autoridad internacional, precisamente porque la gente es egoísta y también porque es solidaria. Pero la economía no es el mercado, ni la sociedad es el Estado. Ambos, mercado y estado, son instrumentos de la sociedad y su sentido humano.
El desarrollo actual (superado el estado de necesidad) también conserva su carga de inhumanidad y de opresión. La abundancia libera y al mismo tiempo oprime. De la libertad responsable depende su uso humanitario.
El exitoso desarrollo económico actual establece tres realidades nuevas amenazantes: - Dinámicas económicas que atentan contra la vida y comprometen gravemente el hábitat, destruyen miles de especies animales y vegetales y arriesgan el agua, el aire, la temperatura, en fin, la vida humana en la tierra.
-Inmensas corporaciones económicas con más poder que muchos gobiernos y que anteponen sus intereses (positivos o no) a los del conjunto de la humanidad. Así como a las dictaduras de reyes y sistemas totalitarios se les pusieron controles democráticos, también la dictadura económica los necesita de manera urgente y global.
-El otro gran peligro es el pan-economicismo socio-cultural que, como dulce droga, lo penetra todo, crea la ilusión de la salvación por el consumo infinito, mientras descuida y ahoga las otras dimensiones humanas: el hombre para la economía y no la economía para que los seres humanos tengamos una vida más humana.
El economicismo de este capitalismo lo modela todo (incluso en Rusia y China). Todo poder (político y económico), como bien dice el Evangelio, tiende a absolutizarse y a oprimir. De ahí que la participación ciudadana, la responsabilidad ética con un nuevo humanismo mundial, las instituciones que regulan y protegen a nivel nacional y mundial, sean más necesarias que nunca.
La sociedad debe cultivar las demás dimensiones humanas, sobre todo los valores, la trascendencia, la ética y la solidaridad, que no surgen como subproductos espontáneos de la economía.

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LA ECONOMIA EN COLOMBIA

LA ECONOMIA EN COLOMBIA
La economía de Colombia es una de varias economías emergentes, con altos beneficios en la producción agrícola y minera, teniendo uno de los mayores índices de desempleo en todo el continente de América Latina, un sector orientado a las exportaciones de sus mayores productos económicos del país, como el café, la producción textil y la industria petrolera.
Es la cuarta más grande economía de América Latina, tras las de Brasil, México y Argentina, ubicándola en la sexta economía más grande a nivel de toda América, convirtiéndola así, en la trigésimo sexta economía más grande del mundo por su Producto Interno Bruto nominal, con un monto de aproximadamente de US$ 228,800 millones para el año 2009.[1]
La economía, principalmente, está sostenida por varios sectores de producción nacional, uno de sus mayores productos es el café, Colombia es uno de los mayores exportadores mundiales de este producto; que a su vez, la hacen como sector económico principal del país. También, su producción petrolífera es una de las más importantes del continente. Sin embargo, existen varios sectores que hacen que Colombia sea uno de los países más reconocidos por su producción de esmeraldas y la floricultura. Entre otros, también se destacan los sectores de la agricultura, industria automotriz, textiles, etcétera.
A su vez, hace participación en varias organizaciones mundiales y en comunidades económicas, en busca de que la economía nacional se desarrolle, organizaciones importantes como el Mercosur, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), la Comunidad Andina y la UNASUR, también, hace parte de la organización económica más importante en la (OMC) Organización Mundial del Comercio.

Historia de la economía colombiana
La economía de los habitantes anteriores a la llegada de los españoles era comunal y de intercambio no comercial o trueque, La producción se ejercía en función del autoabastecimiento, según las necesidades. La agricultura se basaba en maíz, seguido de la papa y de otros productos menores: cubios, fríjoles, calabazas, etc.; la caza y la pesca completaban su dieta alimenticia y la sal le servía, además, de moneda corriente. En el altiplano cundiboyacense, parte de los santanderes y demás tierras de clima frió o templado se operaban gran cantidad de telares que fabricaban trajes, vestimenta y estampados para los numerosos pobladores de la región.
El periodo económico colonial se caracterizó por la dependencia absoluta de las directivas del la metrópoli española. A diferencia del periodo indígena, el intercambio en la colonia adquirió un carácter comercial, y se mantuvo, en lo básico, el esquema indígena de producción. La minería adquirió un nuevo relieve y fue aceptada por los españoles, que remitían a la metrópoli numerosos despachos de oro, plata y esmeraldas. La carencia de un "comercio activo" (exportación) y la sujeción al "comercio pasivo" (mercado interno), agregadas a una abrumadora política impositiva por parte de las autoridades españolas, fueron las dos causas económicas principales que precipitaron el movimiento de la independencia.[17]

La economía de la república
La historia económica del siglo XIX, después de la independencia, se resume en la lucha tenaz entre librecambistas y proteccionistas, que género nueve guerras civiles. La economía colombiana fue inestable, y la incapacidad política de ambos bandos para imponer su doctrina hizo que nos rezagáramos en el cambio del desarrollo. Solo a partir de 1885, con el papel moneda, y una fuerte política proteccionista, Colombia conoció una larga etapa de estabilidad que le abrió paso a la modernización de su economía.
Durante buena parte del siglo XX, y sobre todo partir de la reforma financiera de 1923 elaborada por la Misión Kemmerer, la economía ha figurado como una de las cuatro mas solidas de América Latina,[18] después de Brasil, México y Argentina. Salvo raros intervalos en el siglo XIX, nuestro país se ha mantenido al día en el servicio de la deuda externa, incluso en la década de los ochenta -la "década perdida"- en que la crisis de la deuda devasto la mayoría de las economías latinoamericanas. Todavía más. En esta década perdida la economía colombiana mantuvo su crecimiento en un promedio del 5% anual.[19]
En el periodo de las grandes inflaciones, y de las hiperinflaciones, que vino después de la Segunda Guerra Mundial, y que duró cerca de cuarenta años, la economía colombiana mantuvo niveles de inflación tolerables, siendo el más alto el 36% anual, a principios de la década de los setenta
Al entrar los noventa se inicio un nuevo periodo económico conocido como Apertura, que buscaba insertar al país en el proceso de globalización económica y como parte llamado Consenso de Washington (1989). La recesión mundial destacada por la globalización y por la crisis de los países asiáticos, ha causado estragos en América Latina y afectado a manera grave a Colombia.[20] Si bien se ha logrado la meta de reducir la inflación a un dígito, los índices de desempleo (21%), pérdida de poder adquisitivo (13%), caída de la producción (11%) y del sector agropecuario (15%), señalados por el DANE para 1999, son muy desfavorables. Sin embargo, para los tres primeros meses de 2000 se estimo una reactivación del 6% en la producción industrial

El sector agrícola
En la colonia, y en los primeros años de la república, hasta 1850, la agricultura fue, como en el periodo anterior a la conquista, el sector dominante de la economía. El principal producto de la agricultura indígena era el maíz, que se cultivaba en gran escala en las diferentes regiones, el altiplano cundiboyacense, los santanderes, Antioquia, la costa Caribe. Los cultivos se diversificaron en el periodo colonial en que aparecieron el tabaco, el añil, las quinas, el de Bogotá, la papa, la yuca, el teobroma o cacao, anís, plátano, etc., cuya producción suplía el consumo doméstico, con reducidísimos excedentes.[24] En el siglo XIX, la agricultura constituyó la base de la economía colombiana y de su comercio exterior. Se exportaban añil, tabaco, quina, cueros, y oro y plata en pasta. Hacia los años setenta el café entró a formar parte de los productos de exportación.[25]
Se concibió en el siglo XIX la idea de que la vocación económica de los países latinoamericanos residía en la agricultura y Colombia entró de lleno en el plan de fortalecer, consolidar e incrementar su producción agropecuaria con miras a cubrir el consumo interno y generar excedentes. Debido al clima peculiar del país que, como resultado de su sistema montañoso presenta pisos de variada temperatura, Colombia puede producir toda suerte de vegetales, desde los que requieren una alta temperatura para su desarrollo hasta los que sólo se producen en zonas muy frías.[25]

La crisis del campo
En la década de los noventa, la agricultura colombiana se desplomo. Los agricultores atribuyen a la apertura la causa del colapso.[25] La importación de alimentos primarios y procesados quebró el precio de los productos agrícolas y arruinó a los agricultores. El campo, dicen, quedó devastado. La industria algodonera, antes floreciente, entró en estado de coma. Los cultivos se redujeron a los que podían competir con ventaja en el mercado: café, maíz, flores, tabaco, banano, azúcar, entre otros; pero, tanto o más que la Apertura, en la crisis del campo inciden otros factores como la violencia, los narco cultivos y la pobreza en que vive la gran mayoría de la población campesina (cerca del 74% según estimativos de DANE en 1998). En 1985 el porcentaje de la población total del país dedicado a la agricultura y las labores del campo era del 32%. En la década de los noventa la recesión económica y la acción de los grupos paramilitares y subversivos, generaron enormes desplazamientos de la población campesina hacia los centros urbanos, con lo que a la crisis del campo se agregó un drama humano estremecedor.

Variedad de productos
La administración de Rafael Reyes (1904 - 1909) les dio impulso decisivo a las actividades agropecuarias e incremento el área cultivado de 200.000 hectáreas calculadas en 1899 a 600.000 en 1909. Las sucesivas administraciones continuaron el fomento de la agricultura y de la ganadería. Para 1961 el número de hectáreas cultivadas sumaba cuatro millones, con una variedad de productos que incluían ajonjolí, ajos y cebollas, algodón, anís, arroz blanco, banano de exportación, cacao, café, caña de azúcar, caucho, cebada, coco, fique, fríjol, frutas, hortalizas, leguminosas, maíz, papa, plátano, tomate, trigo, yuca. Entre 1961 y 1991 se agregaron a los anteriores cultivos los de caña panelera, ñame, palma africana, maní, soya, sorgo, tabaco rubio, trigo y avena, y el número de hectáreas cultivadas aumento a siete millones. No obstante, la mayor parte de las tierras colombianas están sin utilizar. las llanuras orientales se encuentran incultas y deshabitadas casi en su totalidad; la región del pacífico, de gran humedad y alta precipitación, deja ver muy pocas zonas aprovechadas; grandes extensiones del Medio y bajo magdalena apenas se han tocado.[26] En la actualidad esas tierras ya se están utilizando.[27]

Importación y Exportación
Antes de la Apertura, Colombia era un país auto suficiente en abastecimiento de productos alimenticios, los cuales, debido a la protección y el subsidio gubernamentales, constituían uno de los principales factores en el alza de la canasta familiar y del índice de inflación. Después de la apertura, a partir de 1991, la oleada de importación de productos alimenticios abarato sin duda el precio de los alimentos en el mercado, pero afecto también la producción nacional, al punto de que, al terminar el siglo XX, Colombia ha perdido su capacidad de abastecimiento alimenticio en cerca del 60% con relación a 1985, y en más del 80% con relación a 1961.[27]
La producción agrícola colombiana consta de tres tipos de bienes: alimenticios, materias primas y productos ornamentales. Los alimentos representan el 70% de la producción agraria; las materias primas el 22%; y los productos ornamentales el 8%. Los principales productos agrícolas exportables son el café, el banano, las flores, el azúcar, y ya muy disminuido, casi nulo, el algodón, de acuerdo a informes de DANE de 1998. Pero las importaciones y exportaciones de Colombia durante, 1991 hasta 2006 van subiendo y bajando al pasar de los años.[28]

El Café
Al comenzar el siglo XX el café ya había tomado posición como el producto básico de la economía de Colombia, tanto en las exportaciones como el mercado interior. Las primeras fincas cafeteras surgieron en los años setenta del siglo XIX, sobre todo Cundinamarca, cuando el café empezó a cotizarse en las bolsas mundiales y se convirtió en la moneda internacional de los países productores, entre los cuales estaban Brasil, Salvador, Guatemala y México. Colombia emergió como exportador de café y productor mundial en la década de los noventa. Desde los años veinte, ocupó el primer lugar como productor mundial de café suave.[31]

El fondo nacional del café
Creado por el decreto 2078 del 22 de noviembre de 1940, el fondo nacional cafetero se define como una cuenta de naturaleza parafiscal (según la constitución de 1991) cuyo objetivo prioritario es contribuir a la estabilización del mercado cafetero. Los ingresos corrientes de fondo provienen de la venta del café que a su nombre realiza la federación en el interior del país y en el exterior; la remuneración por servicios que preste; los originados en impuestos y contribuciones; y los provenientes del rendimiento de las distintas inversiones, incluidas las financieras. La vigilancia del control fiscal está a cargo de la Contraloría General de la República. [32]
Los objetivos básicos del Fondo Nacional del Café son tres: a) intervenir en el mercado cafetero nacional y del exterior con el propósito de promover el consumo de café colombiano, regular la oferta y demanda de café y buscar un régimen estable de precios internos, adecuado a los requerimientos de la industria cafetera nacional y al manejo macroeconómico del país, mediante el ordenamiento de la producción, de la comercialización interna y externa, y la retención de los excedentes no exportables; b) contribuir mediante la utilización de sus recursos al cumplimiento de los pactos internacionales que en materia de café suscriba al estado; y c) promover y financiar programas de investigación científica, extensión, diversificación, educación, salud, cooperativismo, bienestar social y demás que contribuyan al desarrollo, fortalecimiento y defensa de la industria cafetera colombiana y al equilibrio social y económico de la población radica en zonas cafeteras.[33]

La federación nacional
En las dos primeras décadas del siglo se organizó una asociación de productores colombianos de café, que celebró un primer Congreso en Bogotá en 1921. Durante el segundo congreso, efectuando en Medellín en 1927, se constituyó la Federación Nacional de Cafeteros, compuesta por los productores de café de las distintas regiones del país inscritos en ella, y organizada como una persona jurídica de derecho privado, de carácter gremial, sin ánimo de lucro, cuyo objetivo principal se endereza a lograr una caficultura organizada y mundialmente competitiva. Desde 1927 la Federación Nacional de Cafeteros ha tecnificado y fomentado los cultivos mediante la selección de calidades, y ha establecido una especial protección y defensa del elemento humano dedicado al cultivo del grano, con programas de desarrollo y diversificación en las zonas cafeteras. Así mismo ha regulado las exportaciones y defendido los precios en los mercados extranjeros.[34]

Regiones cafeteras
El café se cultiva de preferencia en terrenos entre 1.300 y 2.000 m de altitud. Sus plantaciones ocupan en la actualidad más de un millón de hectáreas con una producción anual de unos doce millones de sacos. Los Principales departamentos productores de café son Antioquia, Valle del Cauca, Tolima, Caldas, Risaralda, Quindío y Cundinamarca.[35]
En 1983 las exportaciones ascendieron a 8.990.859 sacos de 60 kilos. Los principales países compradores de café colombiano son Estados Unidos, Alemania, Japón, Holanda, y Suecia y la Unión Europea. A marzo del 2000 el precio del café colombiano en la bolsa de Nueva York era de US$ 1.19 por libra.[36] En enero de 1999 el eje cafetero quedo devastado por un terremoto. La mayor parte de las fincas cafeteras fueron destruidas o semidestruidas. El café sigue siendo el principal producto colombiano de exportación, con el 23.7%.
Sin embargo, en marzo de 2000 se conoció una noticia sorprendente: por primera vez en su historia, Colombia, el segundo productor mundial del café,[37] para atender la demanda interna y algunos y algunos pedidos externos, tendría que importar el grano debido a la precariedad de sus últimas cosechas. la importación se haría efectiva a partir de 2001, o antes, si las cosechas no mejoraran. Los posibles vendedores serían Ecuador, Perú y Centroamérica.

Producción y precios
Hacia 1960 Colombia era, después de Brasil, el segundo productor mundial de café de todas las clases, con 892.547 hectáreas cultivadas y 578.041 toneladas de producción, equivalentes a 5.937.749 sacos y a una exportación por valor de $2.124.492. En ese momento el precio del grano en Nueva York era de US$ 0.43 la libra de 460 gramos. Sin embargo en aquella época los países productores de café empezaron a vivir tiempo difíciles debido a las nuevas siembras de café en África, producido a bajísimo costo. (Factores Colombianos, 1962). Ello lo obligó a los países productores a suscribir un pacto mundial cafetero, con el propósito de regular la producción y evitar que un exceso del grano en el mercado produjera una caída dramática de los precios internacionales. El pacto mundial cafetero se rompió a finales de los ochenta. Hoy, los países productores de café pasan de cincuenta, de los cuales Brasil, Colombia y México son los principales, con el 53% de la producción Mundial.[38]

Producción y exportación
Colombia exporta actualmente alrededor de 560.000 toneladas al año, que equivalen aproximadamente al 85% de su producción. La principal bolsa internacional de negociación de este producto es Nueva York. Café sin tostar sin descafeinar, que corresponde a café verde sin descafeinar, representa contundentemente el 99,64% del total de las exportaciones. Sin embargo vale la pena mencionar que hay otros dos productos: café sin tostar descafeinado, y Café tostado, sin descafeinar, molido. Estados Unidos, Alemania y Japón, son los principales compradores de café verde con una participación de 64% en el total exportado por Colombia, seguidos en orden de importancia por Canadá, Bélgica y Luxemburgo, Holanda (Países Bajos), Francia, Suecia, España, Italia y Reino Unido. En relación con las exportaciones de los otros dos productos, los principales compradores del café sin tostar, sin descafeinar son Estados Unidos (74%) y España (22%); los de Café tostado, sin descafeinar, molido son Francia (40%) y Estados Unidos (17%). Las exportaciones a Francia y a España tienen importantes tasas de crecimiento positivas.[38]

Actividad pecuaria
La ganadería adquirió importancia desde mediados del siglo XIX, en que se introdujeron al país los primeros ejemplares de ganado Durham. A medida que avanzó el siglo de la ganadería se consolido como el segundo renglón de importancia en la economía colombiana y dio origen a una amplia industria lechera.
En la primera mitad del siglo XX la ganadería colombiana efectuó provechosos cruces de ganado criollo con razas nobles europeas y estadounidenses, como Holstein, Normando, Red Poll, Pardo Suizo, Shorthorn, Charolaise, Aberdeen-Angus, Guernser, Jersey, Lincoln, Cebú, Santa Gertrudis, lo cual permitió que la calidad del ganado colombiano aumentara de peso y carne. Los estimativos de cabezas de ganado vacuno llegaron a 24.475.482, y se calcula que en 1999 alcanzaron los 32 millones cabezas. El total de cabezas de ganado caballar, mular, asnal, porcino, ovino y caprino era, en 1961, de 6 millones; para 1999 el cálculo es del triple de esa cifra, o sea, 18 millones de cabezas.[39]

Razas
En Colombia hay cerca de 41 millones hectáreas en pastos, de las cuales el 35% se utiliza en ganadería, la mayoría de tipo extensivo. Los valles del Sinú y San Jorge, las sabanas de Bolívar, Sucre, Magdalena y Cesar son las regiones de mayor concentración ganadera.
La explotación y crianza de ganado vacuno se efectúa en fincas pequeñas y en grandes haciendas, con las siguientes razas: en Antioquia y Viejo Caldas, Blanco Orejinegro, productor de leche, originario de España; en el Valle del Sinú, el Romo Sinuano, productor de carne; en las regiones llaneras de San Martín y San Juan de Arama, el San Martiniano, productor de carne y leche; En Córdoba Y Bolívar, el Ayapeleño, productor de carne y leche. En la sabana de Bogotá y en los valles de los ríos Sinú y Cauca pastan los más finos y hermoso ejemplares de razas seleccionadas. En los últimos quince años la crianza del ganado porcino ha tenido un incremento del ciento por ciento debido al aumento del consumo, lo que dado impulso a una floreciente industria tecnificada y a la creación de numerosas fincas productoras y abastecedoras.[40]

La deuda externa
Factor que ha pesado casi siempre en forma negativa sobre el desarrollo de la economía colombiana, ha sido la deuda externa, que se inició a partir de 1821-1822 con dos empréstitos, denominados deventures, contratados en Londres. Uno, por Luis López Méndez (1821), que sin consultar con el gobierno colombiano le compro unos equipos militares al sillero inglés Jaime MacKintosh por 75.000 libras esterlinas, deuda que después se convirtió en un pleito que estuvo a punto de provocar la intervención armada de Inglaterra en Colombia; y otro, por Francisco Antonio Zea (1812), por valor de dos millones de libras esterlinas, en condiciones absolutamente ruinosas para Colombia; en el periodo de la independencia pues allí se estaba dando la falta de recursos para poder diligenciar la campaña, fue por esto que hicieron dicho préstamo; el préstamo fue pagado un siglo después. Con grandes dificultades, y a menudo con retrasos que alborotaban la quisquillosidad de los acreedores, Colombia sostuvo el servicio de la deuda, y en general los bonos colombianos gozaron de buen crédito en Europa. Al finalizar el siglo XIX el saldo de la deuda externa era de 15 millones de pesos de oro (aproximadamente tres millones de dólares, o mil millones de pesos en papel moneda). Los empréstitos externos en los últimos dos años (1898 - 1899) tenían por objetos financiar la conversión del papel moneda a billetes con respaldo en oro.[41]
Durante los años 2008 y 2009 la deuda externa se va incrementando. La deuda externa de Colombia registró en los primeros nueve meses del pasado año 51 mil 204 millones de dólares, el equivalente al 22,1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) proyectado para 2009. Acorde con un informe del Banco de la República, esa cifra -la más alta en la historia del país- se corresponde también con el 75 por ciento del presupuesto nacional para el actual ejercicio. El ente emisor señaló que del total anotado en los tres primeros trimestres de 2009, el saldo de la deuda pública ascendió a 35 mil cuatro millones de dólares, para un incremento de cinco mil millones respecto al período anterior.
En tanto, la cifra restante, 16 mil 200 millones de dólares, correspondió al sector privado. Los expertos consideran que esos resultados reflejan un cambio en la dinámica de demanda de empréstitos del exterior solicitados por Colombia en los últimos tres años, pues la cifra disminuyó ostensiblemente entre 2007 y 2008, para volver a subir el año pasado a un nivel superior con relación a hace dos lustros.
Así pues, los 44 mil y medio millones de dólares que alcanzó la deuda hace 24 meses representaban el 21, 2 por ciento del PIB proyectado para ese año, cifra que disminuyó en un 3 por ciento para el periodo inmediatamente posterior y que hoy es superior por cerca de 4 puntos porcentuales.[42]

Años ochenta y noventa
Una de las etapas más críticas de la deuda externa latinoamericana fue la década de 1981 - 1990. En 1986, en su ensayo Perspectivas de la agricultura colombiana al terminar el siglo XX el ex presidente Alfonso López Michelsen explico los alcances de la crisis de la deuda externa y las grandes repercusiones que tendrían para los siguientes años.
"Por imprevisión de los gobiernos y de las directivas de los bancos, ósea por culpa tanto de los unos como de los otros, se contrajeron deudas durante el boom de los años setentas, deudas que hoy (1986), por dos conceptos, sobrepasan la capacidad de pago de los países. Primero, porque no disponen de los recursos en moneda nacional para cubrir el capital y los intereses; y, segundo, porque las exportaciones no alcanzan, en la mayoría de los casos, para producir los dólares indispensables, en moneda nacional. El Fondo Monetario Internacional ha tratado, país tras país, de poner remedio a esta situación con un recetario elemental, que ha fracasado en todas partes, y al que se le cubre con el piadoso nombre de "ajuste": incrementar los ingresos fiscales, aumentando las contribuciones y eliminando subsidios, y devaluar la moneda para fomentar las exportaciones. Es un tratamiento de shock, que frena el desarrollo económico, agrava la recesión, aumenta el desempleo, y, más temprano que tarde, conlleva graves perturbaciones sociales, que acabaran por desestabilizar los gobiernos democráticos que van camino de consolidarse en Iberoamérica".
A marzo de 2000 el Banco de la República revelo que la deuda externa colombiana llegó a 36.000 millones de dólares, de los cuales 24.490 corresponden al sector público. El total de la deuda equivale al 41.3% del PIB, lo cual, según los analistas nacionales e internacionales, " es preocupante" y explica al aumento en la severidad de los ajustes en la política económica y fiscal del gobierno.[41]